GRi ~ Nyongtory +16
Este fic está basado en la película Taiyou No Uta, muchas escenas son prácticamente iguales a la primera mitad de la película, pero el final no tiene nada que ver.
Le observaba en el mismo sitio de siempre, comprando algún
refresco en la máquina expendedora que
había al lado de la parada de autobuses mientras pateaba suavemente su balón de
fútbol. Seguramente esperaba a sus amigos, como todos los días. A través de su
ventana con cristales polarizados, veía al chico, ya con la bebida en mano,
sentarse en el banco de la parada, para su mala suerte, justo detrás del poste
que indicaba que allí paraban los autobuses, impidiéndole poder verlo. Jiyong
chasqueó la lengua, se movió por la pequeña terraza intentando sortear el
poste, pero desde esa posición seguía sin poder verlo. Bufó, molesto.
Una moto en la que iban dos chicos paró frente al joven, Jiyong sabía
muy bien quienes eran, bueno, no tenía idea de sus nombres o edades, pero sabía
que eran los amigos de V. Le gustaba llamarlo así en su mente, porque siempre
le veía hacer el signo de victoria con sus dedos. Los chicos bajaron de la moto y le saludaron
muy alegremente, el más alto no tardó el agarrarle del cuello, despeinándole,
en reprimenda por algún comentario que había dicho V entre risas. A Jiyong
también le gustaban los amigos de V, el más alto lo trataba como un hermano
menor, siempre golpeándolo o amenazándolo con la mirada, metiéndose con él y,
más que molestarle, parecía que al chico le divertía cómo le trataba. El otro
amigo siempre estaba sonriendo, algo que a Jiyong le parecía admirable. Cuando
se dieron cuenta de la hora que era, V se subió a su scooter, colocando el
balón y el refresco en su mochila, y sus dos amigos montaron en la moto con la
que habían llegado, dirigiéndose a algún lugar que Jiyong desconocía.
El joven miró al cielo, el sol se estaba ya ocultando, eso le hizo
sonreír. Ya quedaba poco. Fue a darse una ducha, se puso unos vaqueros y una camiseta
sencilla blanca, se miró al espejo peinándose un poco su rubio, casi
blanquecino, cabello. Lo odiaba, detestaba el color de su pelo, que le
recordaba diariamente que era diferente a los demás. Molesto, cogió un gorro
negro y, tirando su flequillo hacia atrás para ocultarlo, se lo puso, no tapaba
al completo su pelo, pero algo era algo. Bajó las escaleras rápidamente cuando
escuchó a su madre gritarle que la cena estaba lista.
-¿Vas a salir hoy también?- Preguntó su padre en medio de la comida,
fijándose en la ropa de su hijo. El chico asintió, sin dejar de comer.- Si
quieres te puedo alcanzar, y así te voy a ver.- Le dijo casi emocionado.
-Ni se te ocurra.- Le advirtió, mirándole tan solo un segundo para
luego seguir disfrutando de su cena.
El hombre lo miró con los ojos abiertos de par en par, mientras su
madre reía por lo bajini.
-Está bien...- Se resignó a que su hijo nunca le dejara ir a verle.
-¿A qué hora amanece hoy?- Preguntó la mujer.
-A las 4:50.- Le informó el menor, aun con comida en la boca.
-Pues vuelve a las 4 a más tardar, ¿vale?-
-Sí~-
Jiyong se volvió a mirar en el espejo de la entrada antes de salir por
las puerta.
-¿Acaso tienes alguna novia?- Rió su padre.
Le miró con una mueca de falsa molestia y le enseñó la lengua,
arrancándole una carcajada a su progenitor.
-Coge una chaqueta no vaya a ser que refresque.- Le aconsejó su madre.
El chico obedeció, subió a su cuarto a por una sudadera negra, se la
puso y después cogió el estuche de su guitarra y su mochila, dispuesto a salir
por fin de la casa.
Llegó a la plaza de siempre en apenas 15 minutos, apartó con el pie las
colillas que se acumulaban en su sitio favorito y se sentó en el suelo. Sacó su
guitarra del estuche, volviendo a cerrarlo después y comprobó que el
instrumento estuviese bien afinado. Tomó un porta-velas de su mochila, era
naranja y dibujaba la forma de unas casas alrededor de la blanca vela, lo
colocó sobre el estuche y sacó las cerillas. Encendió la vela por fin,
iluminando débilmente su alrededor, colocó sus dedos en los acordes que ya
conocía muy bien, cerró los ojos, cogió aire y comenzó a tocar, acompañándose
de su voz. Ya casi nadie pasaba por allí a esas horas, las pocas personas que
lo veían ahí en medio simplemente lo ignoraban, encontrando algo extraño que tocase
en un sitio tan poco concurrido a esas horas, pero a él no le importaba,
simplemente el cantar al aire libre le hacía sentirse bien, libre.
-Oye, chico.- Una voz masculina lo interrumpió, paró su música a la vez
que abría los ojos y miraba al joven policía que se encontraba frente a él.- Es
muy tarde, no puedes tocar en la calle a estas horas.- Le avisó sin ser brusco,
no le estaba regañando, sino informando.
Jiyong lo miró sorprendido, se sintió mal ¿no podía tocar más en la
calle por la noche? Entonces, ¿qué haría?
-Agente Park, ¿hay algún problema?- Apareció otro oficial, un hombre
mayor, Jiyong lo reconoció porque era conocido de su familia.
-Oh, nada, señor, es solo que el chico estaba tocando y le estaba
explicando que a estas horas no se puede.
-Ah... No te preocupes, déjalo.-
-¿Eh? Pero señor, los vecinos...- El policía más joven no le entendía.
-No te preocupes, no hay casas tan cerca, no molestará a nadie, vamos.-
Le dijo cogiéndole del hombro para irse.- Buenas noches, joven Kwon.
-Buenas noches, señores.- Se despidió con una pequeña reverencia.
Tras el incidente volvió a lo que estaba haciendo, desde el principio, volvió a tocar la melodía que había creado.
Tras el incidente volvió a lo que estaba haciendo, desde el principio, volvió a tocar la melodía que había creado.
El joven agente lo miró mientras se alejaba sin entender porqué su
superior permitía al joven seguir tocando, incluso parecía menor de edad.
-Señor...- Iba a preguntarle cuando se vio interrumpido.
-Déjalo estar, viene aquí casi todas las noches, los vecinos están
acostumbrados...- le explicó.- El chico tiene una enfermedad, "XP",
la llaman. Si se expone al Sol puede morir, por eso sale sólo por las noches, a
partir de ahora lo verás a menudo tocando en esta plaza y caminando por las
calles a altas horas. No le digas nada, es la única manera que tiene de poder
salir.
El joven policía lo miró perplejo, desconocía una enfermedad así,
sintió lástima del chico ¿cómo tenía que ser vivir sin poder salir de tu casa
por el día, teniendo vida nocturna?
-¿Y el instituto?- Preguntó.
-No va, estudia en su casa, sus padres le enseñan allí y un asistente
social va cada cierto tiempo para asegurarse de que el chico tiene los
conocimientos propios para su edad.-
El joven Park no dijo nada más y se quedó en silencio, reflexionando
sobre ello, preguntándose si tan siquiera tendría amigos. "Pobre
chico..." pensó.
Ya eran las tres de la mañana, aun podía estar un rato más en la calle,
pero estaba cansado, así que se dirigía de vuelta a casa. En la acera de en
frente vio la parada que observaba todos los días, donde aquel chico esperaba a
sus amigos a diario. Cruzó la carretera, por la que apenas pasaban coches y se
sentó en un extremo del banco, dejando la guitarra en el suelo. Miró a su
derecha, justo al sitio donde se había sentado V ese mismo día. Pasó la mano
sobre la madera, como esperando sentir el calor del joven, se preguntó porqué
le llamaba tanto la atención ese chico, por qué no podía dejar de asomarse por
la ventana para observarlo con una sonrisa tonta en su rostro, porque siempre
le hacía reir, aunque estuviese solo en aquella parada, el chico siempre hacía
algo que le hacía mostrar una sonrisa. Sólo recordándolo, ya sus labios se
curvaron sonriendo. Se recostó sobre el banco, pensando en aquel joven,
imaginando cómo sería su voz, su risa, haciéndose suposiciones de cómo sería en
el instituto, de cuántos hermanos tendría y de qué iría a hacer con sus amigos
por las tardes. Sus ojos se posaron en el poste informativo de la parada y lo
miró con desdén, por culpa de ese trozo de metal no lo había podido ver bien
esa tarde, se fijó en que la base era un gran bloque de cemento y en que no
estaba incrustado en el suelo. Se le ocurrió una idea. Se levantó y agarró el
poste, lo inclinó posándolo en su hombro y tiró de él llevándolo hasta el otro
extremo del banco, donde no pudiese molestarle la vista. Observó desde allí su
ventana y sonrió orgulloso, sí, podría verlo bien ahora. Ya eran más de las
tres así que decidió volver a casa, satisfecho por la salida de esa noche.
El timbre sonó, así que el señor Kwon fue a abrir imaginándose ya quién
podría ser.
-Hola, Youngbae ¿no deberías estar en clase?.-
-Buenos días, aun queda una hora, quise venir a saludar a Jiyong antes
de ir.- Explicó.- ¿Está despierto?-
-Pues no lo sé. ¿Por qué no vienes más tarde?-
-Déjalo pasar, cariño, últimamente no ha podido ver mucho a Jiyong, se
alegrará aunque le despierte.- Aseguró la señora Kwon.- ¿Qué tal los exámenes,
Youngbae?
-Aún no me han dado las notas, pero creo que los aprobaré todos.- Dijo
con una sonrisa.
-Me alegro. Sube a ver a Jiyong.- Le ofreció.
-Gracias.- Subió las escaleras rápidamente y llegó a la habitación de
su amigo, encontrándoselo frente a la
ventana de aquella especie de terraza que había al final de su cuarto.- ¡Hey,
Jiyongie!- Se acercó a él al ver que no le respondía. Miraba la parada de
autobuses con una mueca en su cara, haciendo un puchero, enfadado. Youngbae
fijó la vista en la misma dirección y vio al chófer del autobús cambiando de
sitio el poste de la parada.- ¿Pasa algo?- Preguntó.
Jiyong suspiró.
-No, nada...- Se giró hacia él, le sonrió y le dio un fuerte abrazo.-
¿Qué haces aquí tan temprano?-
-Me desperté antes, y decidí venir a verte un ratito antes de ir a
clase.- Dijo correspondiendo el abrazo.-¿Cómo estás?-
-Bien, ¿Y tú? ¿Qué tal los exámenes?- Se sentó en una de las sillas que
había alrededor de la mesita en la terraza y le ofreció asiento a su amigo
también.
-Bastante bien, la verdad.- Dijo tomando asiento.
Estuvieron hablando todo el tiempo hasta que Youngbae vio que se le
hacía tarde para ir a clase y se tuvo que ir casi corriendo, pero le prometió a
su amigo que esa noche saldría con él, algo que alegró muchísimo a Jiyong. Le
encantaba estar con él, era su único amigo, tenía primos de su edad que de vez
en cuando iban a visitarle, pero con ninguno mantenía una amistad tan cercana
como la que tenía con Youngbae, lo conocía desde que nació, sus madres eran
amigas de la infancia y, al igual que ellas, llegaron a sentirse como hermanos.
A la madre de Bae no le importaba que estuviese hasta altas horas fueras con
Jiyong porque sabía que era la única manera de que ambos pudieran estar juntos,
además su hijo era responsable, buen estudiante y jamás le había dado motivos
para preocuparse por él.
Cuando Jiyong despertó y vio la hora, se levantó rápidamente, o al
menos a la velocidad máxima que su cuerpo medio dormido le permitía. Frotándose
los ojos, levantó las persianas de su ventana y lo vio donde siempre, le costó
acostumbrarse un poco a la luz del día, pues aún no había anochecido, pero allí
estaba. Al lado de la parada, pateando el balón, intentando evitar que se le
cayese al suelo, no se le daba mal. Jiyong volvió a sonreír, como todos los
días, mientras le veía jugar con la pelota, hablar con sus amigos, recibir
golpes del amigo más alto, hacerles reír haciendo algún baile extraño.
Llegó la noche y Youngbae fue a buscar a su amigo, llevó la bicicleta
y, como pudieron, fueron ambos en ella paseando por las calles. El enorme
estuche de la guitarra les dificultaba un poco el poder llevar bien la
bicicleta pero eso lo hacía más divertido. Pedalearon por las calles, a veces
llevando la bici el rubio y otras el moreno, riendo por lo complicado que era.
Compraron algunos snacks y comieron paseando por el lugar hasta que todos los
locales cerraron y fueron a la plaza preferida de Jiyong. Youngbae le ayudó a
apartar las colillas del suelo y se sentaron, el chico encendió la vela sobre
el estuche negro, acomodando la guitarra en su regazo.
-Oye, nunca me has dicho... ¿Por qué la vela?- Preguntó Youngbae frente
a él, en medio de ellos brillaba la cálida luz.
-Encontré el porta-velas cuando era un niño en un baúl que tenía un
montón de cosas viejas. No sabía para qué era, así que mi padre metió una vela
dentro y la encendió. Dijo que parecía como si el fuego iluminara las casas, me
recordó al Sol. Cuando empecé a tocar en la calle pensé que me gustaría hacerlo
a la luz del Sol, entonces vi la vela...- Explicó, acomodándose el gorro.
Youngbae no sabía si lo había entendido bien, pero creyó que utilizaba
la vela como una simbología, como si, de alguna manera, en su interior,
sintiese que tocaba de día cuando encendía esa vela. Las manos de Jiyong se
colocaron en los acordes y comenzaron a tocar ante la atenta mirada de su
amigo, que iba a escuchar esa canción por primera vez. Entonces lo vio, justo
antes de empezar a cantar, cuando ya había cogido aire para recitar la primera
estrofa. Era la primera vez que lo veía tan cerca, estaba rodeando la plaza en
la que ellos estaban, pudo ver su piel ligeramente morena, su pelo oscuro, sus
ojos decorados con pequeñas ojeras, su cuerpo delgado, pero aún así más grande
que el de él, tarareaba alguna canción que escuchaba a través de sus
auriculares negros. Le siguió con la mirada hasta que se perdió tras un
edificio.
-¿Qué pasa, quién es?- Preguntó Youngbae, que había notado cómo su
amigo había seguido el recorrido de aquel chico con la mirada hasta perderlo de
vista.
Jiyong no respondió, tragó saliva y volvió a mirar su guitarra para
tocar la canción que había compuesto. Tocó el primer acorde y paró.
-Jiyongie, ¿estás bien?- el moreno lo miró con preocupación.
Era su única oportunidad y la estaba desperdiciando, tal vez nunca más
se lo volvía a encontrar, quería escuchar su voz, que le hablase, que le dijese
su nombre, conocerle. Quería que supiese que existía. No podía perder esta
oportunidad. Dejó la guitarra en el suelo y corrió en la dirección en la que el
chico había ido.
-¡¿Jiyong?! ¡Hey!- los gritos de Youngbae llamándolo se perdieron en la
lejanía.
Al doblar la esquina lo vio, calle abajo, caminando tranquilamente,
corrió tras él, como si la vida le fuera en ello, ni siquiera le dio tiempo a
pensar en qué le diría. El chico paró frente al paso de tren, observando los
vagones pasar a toda velocidad sin interés alguno, cuando la barrera se
levantó, indicándole que ya podía pasar, volvió a andar para cruzar. Jiyong
había cogido mucha velocidad ya que corría cuesta abajo y no pudo parar, cuando
lo intentó tropezó y se chocó con el chico, haciéndole caer sobre las vías.
-¿Qué.. qué demonios?- Balbuceó el moreno en el suelo.
Jiyong jadeaba, agotado por la carrera, intentó olvidarse de que lo
había tocado, intentó no pensar en cómo era su voz, que la había podido oír por
primera vez, y centrarse en qué decirle, pero, dios, le quería decir tantas
cosas...
-Me llamo Kwon Jiyong. 18 años. Leo. Soltero. Vivo con mis padres...-
-¿Eh?- El joven lo miraba perplejo desde el suelo, sin entender porqué
le decía eso. En un principio había pensado que le quería pegar pero ahora
estaba totalmente confundido.
-...Me gusta tocar la guitarra y cantar. Mi cantante preferida es Yui.
Mi bistec preferido es la comida.- Seguía diciendo cosas al azar.
-¿Qué...?-
-Jiyong, vamos.- Youngbae apareció de repente y lo cogió del brazo,
arrastrándolo como podía, era complicado porque cargaba con el estuche de la guitarra,
la mochila y la bicicleta.
Desaparecieron por la calle más cercana, ante la mirada de completa
confusión del chico en el suelo. El rubio seguía intentando zafarse del agarre
de su amigo, pero éste únicamente lo soltó cuando doblaron la esquina.
-¿Qué haces?- Le preguntó, reprochándole.
-Estabas fuera de ti, Jiyong...- Le explicó.- No sabías lo que decías.
¿"Mi bistec preferido es la comida"?- Repitió con una media sonrisa.
Jiyong lo miró sorprendido, recordando que realmente había dicho eso.
Comenzó a reír, dándose cuenta de lo absurdo de la situación y Youngbae le
siguió.
-¿Quién es?- Preguntó mientras Jiyong tomaba la mochila y la guitarra
para que él pudiese llevar la bicicleta.
-Le veo todos los días frente a la parada de autobuses, esperando por
sus amigos...- Explicó comenzando a caminar.
-¿Acaso... te gusta?- Preguntó, recibiendo como respuesta el silencio y
un leve sonrojo en las mejillas de su amigo. Sonrió.- Ese uniforme es el de mi
instituto.- Jiyong lo miró con sorpresa.- Si quieres, puedo ser tu espía.- Le
dijo entre risas.
El lunes siguiente Youngbae se presentó en su casa por la tarde con un
pendrive. Jiyong lo puso en su ordenador, viendo que habían varios vídeos, abrió
el primero y vio una clase, los estudiantes miraban aburridos al profesor. El
zoom aumentó y se centró en uno de ellos , que bostezaba apoyando su cabeza
sobre una mano, Jiyong sintió que su corazón daba un vuelco. Era él.
-Se llama Lee Seung Hyun, va a 3º D.- Informó el "espía".
-Lee... Seung... Hyun...- Repitió casi susurrando.
-Tiene nuestra edad.-
-Lee Seung Hyun.- Repitió más alto, con una sonrisa en su rostro, la
cual contagió a Youngbae.
-La gente le llama Seungri.-
-¿Tiene sueño?- Preguntó como si fuera lo más interesante del mundo.
-Jajaja, más bien creo que es un poco vago.- Rió. El vídeo terminó y el
moreno reprodujo el segundo. Estaba en el pasillo con dos chicos que Jiyong
reconoció rápidamente, los dos chicos que siempre esperaba en la parada.- Este
es Choi Seung Hyun, se llama como él, es por eso por lo que le llaman Seungri,
para no confundirlos.- Dijo señalando al chico alto que siempre se metía con
él.- Está en el club de teatro, y es muy popular entre las chicas. Y éste es
Kang Daesung, es buen chico, va conmigo al club de música.- Explicó, señalando al que Jiyong describía como el chico de la
sonrisa de ángel.
Ambos rieron viendo como Seungri hacía boberías con sus amigos.
-El instituto parece ser un sitio muy divertido.- Comentó Jiyong.-
Todos están riendo y jugando.-
-No creo que haya mucha gente que esté de acuerdo contigo.- Rió el
moreno.
Cuando el vídeo acabó, pusieron otro en el que se le veía jugando al
fútbol en la hora de gimnasia, Youngbae le comentó que ese deporte parecía ser
su hobby y que solía ir por las tardes a unos campos a jugar con sus amigos y
otros chicos de su clase. Jiyong se dio cuenta de que era por eso por lo que
quedaban casi todas las tardes en la parada, cada vez sabía más de él.
-¡Es bueno!- Exclamó emocionado al verlo marcar un gol.
-¡Jajaja! Eso parece.-
Youngbae siguió llevándole vídeos casi todos los días. Uno de ellos era
de su espalda, la cámara le seguía desde atrás por el pasillo del instituto. A
Jiyong le gustaba andar por la calle con el vídeo frente a él, se lo había
pasado al móvil y andaba mirando la pantalla, sintiendo que él mismo estaba
caminando detrás de él por aquellos pasillos.
Una noche se sentó en el banco de la parada, se puso los auriculares y
reprodujo uno de sus vídeos favoritos. Era la clase de Seungri en el aula de
música, preparaban una canción a coro, él parecía muy feliz cantando, aunque no
podía distinguir su voz entre tantas, Youngbae le había dicho que era de los
que mejor cantaban en su clase. Sonreía mirando el vídeo, cuando notó una luz
cerca de él, levantó la vista, descubriendo que la luz procedía de los faros de
una moto. La de Seungri. Jiyong no supo cómo pudo evitar dar un salto del
susto, pero mantuvo la compostura, para su sorpresa le estaba mirando y él se
quedó también mirándolo, mudo, incapaz de decir palabra alguna.
-Hola.- Le saludó el moreno, casi parecía que con miedo.
-Ho... Hola...- Respondió débilmente.
Seungri apagó el ruidoso motor.
-Tú... Eres el chico del otro día, ¿verdad?- Jiyong asintió.
-Perdona por cómo me comporté…- El moreno bajó del vehículo y se acercó
a él.
-Ah, no pasa nada.- Dijo sin darle importancia.- Um... ¿Me... conoces
de algo? Porque el otro día...- Se sentó en el otro extremo del banco, Jiyong
pudo reaccionar entonces y quitar el vídeo que aun se reproducía en su móvil.
-Sí... Bueno... Te veo en esta parada casi a diario...- Dijo nervioso.
-Oh, ¿en serio? No... No me suena haberte visto aquí...- Dijo como si
se estuviese disculpando.
-Es que te veo desde la ventana de mi cuarto...- Dijo mirando hacia su
casa.
-Ahh... ¿En serio?- Miró en la misma dirección.- No habré hecho nada
raro, ¿verdad?- Rio.
Jiyong lo miró sorprendido.
-¿Eh?-
-¿He hecho el ridículo o algo?- Preguntó. El rubio sonrió, negando con
la cabeza.- Jajaja, menos mal...- Suspiró aliviado.
El silencio invadió el ambiente, pero no era un silencio incómodo, era
agradable.
-¿Tocas la guitarra?- Seungri señaló el instrumento, Jiyong asintió.-
Qué guay. Yo intenté aprender, pero se me dan fatal esas cosas, con mucha
suerte puedo cantar decentemente.- Rió, contagiando a Jiyong.
El rubio sabía que el chico era hablador, siempre lo veía haciendo reír
a sus amigos, pero se preguntaba si a él también le harían sentir así sus
comentarios, ahora se daba cuenta de que el chico era incluso más agradable de
lo que pensaba.
-¿Y tienes un grupo?- Le preguntó curioso, esta vez Jiyong negó.
-Toco en la plaza frente a la estación.-
-Oh, ¿de verdad? Paso mucho por ahí y no te había visto.- Comentó.-
¿Vas todas las noches?
-Casi todas.-
-¿Mañana irás?- Preguntó emocionado.
-Supongo...-
-¿Te importa si voy a verte?-
Su corazón dio otro de esos saltos.
-Eh... Sí... No... Quiero decir...- Se sentía tan torpe.- Me encantaría
que vinieses.- Dijo al fin.
Seungri sonrió mostrando sus dientes.
-¡Genial! ¿A qué hora?-
-A las nueve.-
-Bien, pues nos vemos mañana.- Prometió, sonriente, y se levantó para
montar en su scooter, se puso el casco y arrancó la moto.- Por cierto, me gusta
tu pelo.- Le sonrió antes de arrancar e irse.
Jiyong se congeló por un momento, tocó su pelo, dándose cuenta de que
ese día no había llevado gorro porque su madre lo había puesto a lavar. ¿Por
qué precisamente ese día? se preguntó, frustrado. Pero le había dicho que le
gustaba... Sonrió, sin poder evitarlo y se llevó las manos a la cara, riendo
tontamente.
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Waaa, me encantó ♥ siguelo actualizando n.n
ResponderEliminarMe fascina que tenga esta narración :)
ResponderEliminarEs una historia llena de ternura
I like <3
me gusta :)
ResponderEliminarwaww me gusta :D
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